Aunque el Día del Libro no es un invento de ayer precisamente, sino que hace más de 90 años que se instauró, en 1926, somos muchos los que pensamos que es una pena que necesitemos una fecha en especial para hacernos recordar no sólo lo que es una afición y un gran placer para mucha gente en el mundo, sino uno de los mayores logros del hombre, y lo que permitió de verdad la comunicación a gran escala: la escritura, y por ende, la lectura.

El poder representar el lenguaje con signos que pudieran ser entendibles por un cierto número de personas y que fueran identidad de un grupo social, representó para la historia del hombre mucho más de lo que pensamos. De hecho, si trasladamos ese hito a nuestros días, podíamos compararlo con internet: una forma de compartir conocimientos a gran escala, donde se salta el tú a tú para que la información llegue a mucha más gente (sabemos que en la red de redes este salto ya es de forma exponencial, pero podría valernos como analogía).

Dicen que la lectura está en horas bajas, que cada vez hay menos gente aficionada a ella, pero cada año, en cada Feria del Libro, las noticias contradicen ese rumor, porque se habla de una subida en las ventas, de la gran afluencia de gente que la visita aunque no compre nada, y de los talentos que van surgiendo poco a poco. Y es que, como digo en el título de este post, todos aquellos que amamos las letras y adoramos cualquier clase de obra escrita, deberíamos hacer que todos los días sirvieran para conmemorar al libro, ese objeto que ha llenado tantas horas de nuestras vidas y al que siempre volvemos cuando queremos volver a recordar esos buenos momentos.

Algunos somos aficionados a las obras en papel, por muy poco ecológico que eso suene; otros se han aficionados a las nuevas tecnologías, y los libros electrónicos se han convertido en sus compañeros allá donde van, gracias a su comodidad y a su gran movilidad. Pero como sea el formato, lo que importa es lo que transmite; y es que la habilidad del ser humano para contar historias, en prosa o en verso, o compartir conocimientos de forma artística es algo que hemos aprendido con el tiempo, y es un placer tan grande hacerlo, y que otros lo  valores, que dudo mucho que la literatura sea alguna vez una afición del pasado.